Antes de empezar, quiero avisar a aquellos que todavía no han terminado de ver la serie Breaking Bad. No quiero reventar el final a nadie. Así que si estás en el camino Breaking Bad, o si tienes pensado recorrerlo en algún momento, no sigas leyendo. En cualquier caso, sólo tiene sentido que leas esto si ya has visto esta serie completa.
No es nada nuevo decir que Breaking bad es una serie sobre el cambio y la transformación. Es algo bastante explícito en el título, en la actitud del personaje e incluso en su propia forma de vestirse y peinarse. En el primer capítulo ya se hace una declaración de intenciones muy clara cuando el profesor Walter White está hablando a su clase de secundaria sobre qué es la química. “La química es cambio, es transformación”. Y eso es lo que le sucede a Walter White cuando descubre que tiene cáncer y que necesita dinero para pagar su tratamiento y para dejar a su familia cuando él muera. Pero esto es sólo la superficie del personaje, la superficie de la trama, “Walter White se convierte en un traficante sin escrúpulos porque quiere cuidar a su familia”. Esta es la letanía que nos cuenta, pero todos sabemos que esto no es así. Sabemos que hay algo dentro de él que le hace sentirse muy bien portándose “mal”. En el último encuentro de Walter con Skyler, su mujer, Walter le dice: “Skyler, todas las cosas que hice… Tienes que comprender”. Skyler le interrumpe: “Si dices una vez más que lo hiciste por la familia”. “Lo hice por mí”, le corta Walter “Me gustaba y lo hacía bien. Y estaba tan… Estaba vivo”.
Quien puede olvidar el momento en que por primera vez planta cara a un capo de la droga, temido y malvado. Cuando por primera vez se hace llamar Heisenberg. No se me borra de la cabeza su imagen con la explosión que deja tras de él, con ese sombrero que se ha puesto por primera vez para portarse de la manera en que nunca se portaría el buen vecino Walter, caminando a paso seguro, sonriendo… En este momento nace, no sé si el verdadero Walter White, sí que sé que lo que nace es el sentimiento de sentirse orgulloso de sí mismo. Y todos los espectadores lo vivimos con él, y nos regocijamos con ello. Porque todos queremos atrevernos, no digo que atrevernos a ser malos, sino atrevernos a explorar nuestras capacidades, nuestro deseo de expresar nuestro verdadero ser dando lo mejor de nosotros mismos, sin ningún miedo.
Para mí, Breaking Bad va sobre la necesidad de reconocimiento. Todos los personajes lo necesitan de alguna manera. Jesse Pinkman nunca ha tenido el reconocimiento de un padre. Jesse es un personaje abandonado en busca de amor. Nunca ha hecho nada a “derechas”, y cuando su antiguo profesor le enseña a hacer metanfetamina, encuentra en ello un refugio. Jesse denuncia a Walter no sólo por su código moral o por miedo, Jesse deja de ser fiel a Walter porque se da cuenta de que éste no le quiere. O al menos eso es lo que él siente. Y esto es lo que menos me gusta del último episodio, que su encuentro se parece más al de 2 pistoleros en un duelo que un encuentro entre un hijo y su padre, entre un discípulo y su maestro.
Para mí, como espectadora, esta necesidad emocional de reencuentro, de amor, de reconocimiento, se queda en el aire. Y se me queda como un vacío extraño, vacío que no se me ha pasado pese a que hace más de un año que terminé de ver la serie. Y cada vez que me acuerdo de ella, no puedo evitar sentir rabia por la falta de este reencuentro entre Jesse y Walter. Me da la sensación de que en este último capítulo han querido impresionar al público masculino a base de tiros y venganzas. Es muy delator que en los extras del dvd final, sólo se hable de cómo se preparó el coche con el robot que dispara y la forma tan complicada de rodar esto. Sinceramente, entiendo que quisieran atar todos los cabos sueltos, pero es que me traen al fresco estos malos de pacotilla. Los malos de la última temporada son malos sin alma, son idiotas y perversos, pero de un modo un poco naif. Nada que ver con Gus Fring, el dueño de los “Pollos Hermanos”. Y me parece que es una forma un poco artificial y grosera de terminar algo que ha sido muy sutil y cuidado a lo largo de toda la serie. Pero sigo con lo del reconocimiento. Decía que creo que esta serie va sobre el reconocimiento. Lo de Jesse es bastante claro, pero creo que a Hank y a Walter les sucede lo mismo, cada uno a su manera. Hank muere por exceso. Hank tiene un código ético más allá de las personas. No quiere entender ni las circunstancias ni los sentimientos de su cuñado. Para él todo es un poco maniqueista. Están los buenos y están los malos. Por eso es policía. Él necesita “cumplir” con su código moral. Ya le han reconocido profesionalmente su labor, pero lo que él necesita es coger al “malo”. Y es importante para sí mismo.
Walter White. Heisenberg. Dos caras de la misma moneda. Para mí, Walter alcanza la sabiduría poco antes de morir. Walter White es un pobre hombre al que continuamente le hacen de menos. Ni en el contexto profesional, ni en el contexto personal ha conseguido que le reconozcan nunca nada. Sus dos mejores amigos se quedan con la empresa que él mismo creó. Su cuñado le trata como a un inocente pardillo que desconoce la jungla que es la calle. Su mujer y su propio hijo creen que no le llega a la suela de los zapatos al cuñado /tío . Walter, durante su camino quiere sorprender a los suyos. No lo dice, pero se intuye por sus reacciones que está hasta el gorro de las hazañas de su cuñado, al que pese a todo quiere. Necesita que su mujer le reconozca su trabajo y su valía. Necesita que su hijo se dé cuenta de que él también es capaz de plantar cara. Pero durante su viaje, aprende y se hace sabio. Se da cuenta de que ya no necesita este reconocimiento externo. Ya se ha demostrado a sí mismo que puede hacerlo. Es su propio trabajo el que lo salva de esta necesidad. Los últimos planos, en los que pasea por el laboratorio, mirando la máscara, acariciando los depósitos que le devuelven su propio reflejo justo antes de morir. Su creación: la mejor meta del mercado; el cristal azul: su marca personal. Es su amor por su trabajo bien hecho el que le hace sonreír.
Y Jesse, su discípulo, escapa a toda velocidad en coche, llora, grita. Walter, no le ha reconocido que él puede ser igual de bueno que su propio maestro. Le ha salvado la vida sí, pero no es suficiente. Jesse es joven, y todavía necesita que le reconozcan su valía. Él es capaz de conseguir los mismos resultados pero todavía no se da cuenta de que no necesita más que un trabajo bien hecho y amor propio para poder creer en sí mismo y sus capacidades. El corazón del espectador desea saber más de Jesse, desea que le vaya bien en la vida, y realmente a lo único a lo que podemos aferrarnos es a esa imagen- flashback en la que Jesse está fabricando una caja de madera. Esa luz dorada que lo baña todo, la superficie de la madera suave y cálida, la presencia de Jesse trabajando en calma. En paz consigo mismo.
Casi al principio de la serie, hay un flashbacks de Walter junto a Gretchen contando el porcentaje de cada elemento químico en el cuerpo humano. Un total de 99,88 % del peso corporal. Walter pregunta: :“¿Parece que falta algo, no crees? Tiene que haber algo más en un ser humano que eso”, a lo que Gretchen contesta“¿Y qué pasa con el alma?”. Un joven y enamorado Walter responde: “¿El alma? Aquí no hay nada más que química”… Al final del todo, Walter tendido en el suelo del laboratorio. La policía entrando. Un plano cenital en el que la cámara va ascendiendo. Igual que el alma de Walter. Nos vamos con él, con su alma. Ese 0,12 % restante. El peso necesario para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacerlo.