Hace unas semanas estuve eligiendo cole para mi hija. Cada colegio hace una jornada de presentación en la que cuentan su proyecto a los padres y les acompañan en una visita guiada por las instalaciones.

Justo al lado de mi casa hay un colegio. Está tan cerca que lo veo desde mi ventana. Es un cole bastante nuevo y con muy buena pinta. Yo tenía bastante claro que iba a llevar a mi hija allí. Lo de tardar 5 minutos en llegar y casi poder verla jugar en el patio era una fuerza muy poderosa. Pero… fui a la presentación.

Nos convocaron en el gimnasio, un lugar enorme y muy bien equipado. Nos contaron una serie de datos más bien técnicos: horarios, normas, número de alumnos, etc. Y después nos acompañaron a otra espaciosa estancia donde proyectaron un vídeo.

En el vídeo aparecían más datos sobre el cole y su proyecto (todo bastante enmarcado dentro del contexto actual de cole público: trabajo por proyectos, bilingüismo, etc.). La única nota cálida del discurso eran unos niños a los que habían grabado hablando del cole. La verdad es que parecía una encerrona. Todos diciendo “Me gusta mucho mi cole… porque es mi cole… y tengo amigos…” La verdad es que daba más lástima que otra cosa.

Luego se hizo una ronda de preguntas a la directora y jefa de estudios. Nada relevante. No daba la sensación de que te quisieran vender su cole de ninguna manera. Parecía que aquello no era más que un trámite y que no necesitaban “pelear” por conseguir alumnos. Ya tenían el terreno ganado.

Para terminar nos enseñaron las instalaciones. Un edificio muy luminoso, nuevo, espacioso y práctico, con unas aulas de infantil muy monas y con unas aulas de primaria que te retrotraían a las tuyas de hace 30 años… En fin…

Cuando salí tenía una sensación extraña. Estaba enfadada. Este era el cole al que quería traer a mi hija… pero no me había gustado, y tampoco sabía muy bien decir por qué…

Hice un sondeo entre algunos vecinos y amigos y la semana siguiente visité otro colegio. Yo lo había descartado por encontrarse más lejos de casa, al otro lado de una cuesta que me da bastante pereza. Pero, sobre todo, porque tenía una pega importante. Al tratarse de un colegio antiguo (tiene más de 30 años) cuando se les quedó pequeño tuvieron que construir otro edificio unas calles más allá. Los niños se tienen que trasladar cada día de un edificio al otro para ir al comedor. Y esto es lo que suele “echar para atrás” a la mayoría de padres, que sus hijos tienen que salir a la calle y cruzar una carretera para poder ir a comer. Lo cual hace que salgan los demonios del miedo de los padres, sobre todo primerizos, que queremos tenerlo todo bien atado.

La presentación de este cole fue muy distinta…

Cuando llegué encontré un mercadillo de libros en el patio. Los niños se movían por el espacio libremente y hablaban de forma muy familiar con la directora y la jefa de estudios.

Los pocos padres que hacíamos la visita (unos 30 frente al centenar que visitaron el otro cole) les seguimos de forma un poco caótica por el edificio más antiguo. Era un sitio bastante viejo y con espacios muy reducidos. Viendo el salón de actos se te caía el alma a los pies, y comparar las dos bibliotecas era un poco bochornoso. Pero pese a ello, había niños por todas partes, todos haciendo uso de los espacios comunes. Lo que más me gustó fue la gran cantidad de plantas que tenían y los acuarios con peces y tortugas que cuidaban los alumnos. Todo era muy antiguo, pero tenía alma. No era frío. Allí se notaba que el espacio era habitado por personas.

Después nos dirigieron, orgullosas (acababan de recibir ordenadores nuevos), a la sala de ordenadores, una habitación no muy grande en la que cabíamos a duras penas los padres. Unas niñas vestidas con camisetas iguales iban siguiendo desde hacía un rato a la directora. “Son algunas niñas de nuestro coro. Han querido venir a contaros algo.” Las niñas no sabían muy bien qué decir, pero se notaba que estaban allí porque querían participar, querían hablar bien de su cole, pese a no hacerlo de forma muy distinta que los niños del vídeo del otro cole. ¿La diferencia? Que lo del vídeo parecía más forzado, menos espontáneo y natural.

Luego nos contaron varias historias. Un padre cuyos hijos habían “aterrizado” el año anterior en la que era su 3ª opción. Llegaron de mal humor por la distancia al cole y por no haber sido admitidos en el que querían. Ya llevaban allí unos años. Se habían ido a vivir incluso más lejos, pero no querían cambiar de cole por nada en el mundo; Una madre maestra que el año anterior había visitado absolutamente todos los colegios de la zona y finalmente había escogido ese; Una antigua alumna que este año llevaría allí a su propia hija… Cada uno nos contó su experiencia y nos ayudó a visualizar la futura vida de nuestros hijos allí. Lo hicieron muy bien, porque en sus historias mencionaron los miedos y “peros” que todos teníamos. Nos contaron lo bien que se lo pasaban sus hijos cruzando cada día la carretera, con los policías deteniendo el tráfico y todos de la mano… nos hablaron del Bricodía, el día que dedican una vez al año para reparar el cole padres, niños y profesores juntos… nos hablaron de la diversidad y la sensación de familia que tienen todos. Estuvieron casi dos horas hablando, pero no resultaba aburrido ni artificial. Se notaba que querían conseguir alumnos. Estaban vendiendo su cole, pero lo hacían con autenticidad y amor por su proyecto. Y eso se permeabilizaba en cada una de sus palabras. Se respiraba la sensación de que su equipo estaba unido, que todos compartían unos valores comunes y tenían confianza en su proyecto. Se percibía el esfuerzo por intentar cada día que su cole fuera el mejor, pese a los bajos presupuestos y precarios materiales. Todos unidos para trabajar en algo bueno, en un proyecto y en unas personas que se merecen respeto, cuidado y amor.

¿No nos dieron datos? Sí, claro, también. Pero no lo hicieron de una forma aséptica y fría. Cada decisión en su proyecto era explicada de forma que solucionaban un problema nuestro, una necesidad o deseo de nuestros hijos.

Los padres estábamos “enganchados”. Nadie se fue, pese a lo larga que fue la presentación. Tenían toda nuestra atención. Recuerdo la reacción de una amiga. Ella había visitado todos los coles de la zona, y había hecho, junto a otras madres, una tabla Excel en la que comparaban todos y cada uno de los parámetros de cada cole. El Excel iba creciendo de visita en visita… hasta que llegó a esta presentación, entonces el Excel «se le cayó de las manos» y pese a todas las objeciones del papel decidió apuntar a su hijo aquí.

Yo también la apunté. Quise tomar una decisión basada en mis valores y en mi intuición. Frente a mis miedos, frente a mi pereza, frente a mis prejuicios… El cole viejo ganó la batalla al cole nuevo, porque, como me dijo la secretaria el día que eché la solicitud, “Asististe a la presentación y te ganamos el corazón, ¿verdad?”.

Así fue.