No hay nada irrevocable en la vida. Ni siquiera tu propia identidad.
A veces nos obstinamos con las cosas, nos damos cabezazos contra el mismo muro y nos cuesta ver que quizás el problema está en que, simplemente, tu camino ya no debe ir por el mismo sitio.
He estado pensando en las etiquetas que nos vamos colgando por el camino. Etiquetas que van construyendo nuestra propia identidad y que a veces se convierten en una losa pesada que vas arrastrando sin ni siquiera darte cuenta de ello.
Por un lado, el mundo laboral nos obliga de alguna forma a colgarnos una u otra. Soy médico, soy abogado, soy emprendedor, soy experto en… Casi siempre nuestras etiquetas laborales hacen referencia a lo que hemos estudiado o a las experiencias profesionales que hemos tenido hasta el momento. Siempre se refieren a nuestro pasado, pero pocas veces se refieren a nuestras capacidades. A veces comparo las ofertas de trabajo españolas con las de otros países. Se busca Licenciado en Bellas Artes vs. Se busca persona a la que le guste mancharse las manos.
Lo que iba diciendo… las etiquetas son complicadas, pero… creo que pueden convertirse en una oportunidad para reinventarnos. ¡Sí! Los momentos de cambio puedes ser interesantes para redefinir nuestras etiquetas. Quitarnos el San Benito que nos habíamos colgado y mandarlo bien lejos. Esto suena fácil pero suele ser difícil. Normalmente nos aferramos como lapas a lo que “somos”. Un buen ejemplo es la fidelidad que solemos otorgar a “lo que hemos estudiado”, como si esto fuera algo inmutable que se convierte en un ancla que nos imposibilita dedicarnos o incluso interesarnos por otras cosas.
No sé, yo creo que es muy sano descolgarse los carteles de vez en cuando, quitarnos todas las etiquetas con las que hemos vivido hasta el momento, colocarlas delante nuestro, mirarlas, repensarlas, y si es necesario renombrarnos de nuevo. Esto puede ser un acto creativo muy potente que nos sirva como mínimo para mirar lo que hacemos y cuestionarlo.
Yo lo he hecho en varias ocasiones a lo largo de mi vida profesional, y la última vez que lo hice fue hace unos meses. Dejé dos actividades en las que llevaba trabajando 7 años. No es que no me gustaran. Me gustaban y mucho. Pero de alguna forma sentía que ya me habían aportado todo lo que me podían aportar, y seguir con ello suponía no avanzar con otras cosas que en este momento intuía que para mí eran más importantes.
La verdad es que me costó dejarlo. Iba con el piloto automático puesto, sin cuestionar si tenía que seguir con ello o no. La inercia de la vida, supongo… Y he de decir, que en ambos casos hubo un detonante externo que me obligo a tener que tomar una decisión: seguir con ello o dejarlo y cambiar.
Ahora que ha pasado el tiempo, soy capaz de analizar por qué tomé esa decisión. Si bien es cierto que, en el momento, no hubiera sido capaz de verbalizarlo, ya que básicamente me dejaba llevar por la más primaria intuición. Aún así, supongo que estas preguntas rondaban mi cabeza:
- ¿A dónde me lleva permanecer haciendo esto? (al mismo sitio donde estaba, y donde no quería seguir).
- ¿Me lleva al sitio que yo quiero? (aclaro, y confieso, por si alguien se siente mal por no saberlo, que este sitio para mí todavía es un lugar algo desdibujado, pero sin embargo, tenía muy claro que la respuesta a esta pregunta era un NO rotundo).
- ¿Tengo algo más que aprender de estas experiencias? (supongo que siempre se sigue aprendiendo, pero yo sentía que ya me había aportado lo que yo necesitaba. Había crecido mucho con esas experiencias de trabajo, pero por algún motivo observaba que ya no lo hacía, que estaba estancada).
- ¿Es honesto que siga con ello? (honesta conmigo misma y honesta con los demás. Supongo que va ligado a esta otra pregunta: ¿es lo mejor que puedo dar de mí? Y esta pregunta acojona un poco, por lo menos a mí; porque no sé la respuesta, y aquí solo puedo contestar guiada por la más pura intuición).
Y bien, una vez que te decides, y que decides dar el paso a reinventarte (y además, una vez más en tu vida), entonces, ¿qué pasa? ¿qué sucede?
No pasa nada.
Y eso es lo peor del asunto. Los proyectos nuevos que estás esperando no aparecen en tu puerta al día siguiente por sí solos. Tienes que desplegar todas tus armas, sacar algunas de la despensa, y ponerlas encima de la mesa para mirarlas con detenimiento. Y aquí es donde entran de nuevo en juego las etiquetas, mis queridas etiquetas. Y es que en este momento de reconstrucción podemos permitirnos jugar un rato con lo que somos y, sobre todo, con lo que podríamos llegar a ser. Más preguntas para jugar a este juego:
- ¿Qué etiquetas, a nivel laboral, me he ido poniendo por el camino?, vamos, ¿a qué he dicho que me dedicaba? ¿qué servicios vendía?
- ¿En qué áreas he trabajado realmente, más allá de lo que ponía en mi tarjeta?
- ¿Qué capacidades destacaría de mí misma? ¿Qué cosas se me da bien hacer? y ¿qué cosas se me podrían dar bien?
- ¿Qué existe ahí fuera? ¿qué ofrece la competencia? ¿qué piden en los puestos de trabajo que se solicitan? ¿qué se está haciendo fuera de mi ciudad y mi país?
- ¿Qué áreas de trabajo me he quedado siempre con ganas de explorar? ¿qué me gusta hacer? ¿qué me genera curiosidad?
Cuando estamos en medio de nuestra propia vida, pocas veces nos paramos a replantearnos qué hacemos y por qué lo hacemos. Estas preguntas por lo menos ponen las cartas boca arriba, y nos permiten empezar a jugar. Visualizar y escribir sus respuestas (incluso en formato de tarjetas que puedas mover, quitar y poner) nos permite re-pensar nuestro trabajo, darle nuevas orientaciones y enfoques, generar nuevas sinergias y relaciones.
Otra idea para re-pensar creativamente nuestro trabajo, es crear un mapa laboral. Escribir todos y cada uno de los trabajos y proyectos en los que hemos participado a lo largo de nuestra vida profesional. A mí siempre me ha resultado muy útil hacer esto. Pensar, y ver por escrito, aquello que he hecho hasta ahora siempre me ha resultado bastante esclarecedor. A veces pensábamos que teníamos más experiencia en tal sector y viéndolo de forma global no era así. O, al revés. A veces menospreciábamos ciertas áreas de trabajo a las que resulta que habíamos dedicado mucho tiempo y esfuerzo en nuestra vida.
Cómo re-enfocar nuestra experiencia de cara al trabajo que estamos buscando también puede ser un ejercicio muy interesante. ¿Qué capacidades de las que ya tengo, puedo utilizar en este tipo de proyectos que quiero realizar o en el tipo de empleo que me gusta? A veces parece que solo podemos orientarnos hacia el mismo tipo de trabajos que ya veníamos haciendo, pero creo que muchas de las cosas que ya hemos hecho en nuestra vida (trabajos, experiencias vitales, aficiones) pueden servir como armas en nuevos empleos o servicios hacia los que queremos orientarnos. No nos encasillemos a nosotros mismos, que ya lo hacen los demás… Si asumimos que somos de una manera determinada y, que solo sabemos hacer ciertas cosas, entonces es muy probable que nuestra vida se oriente hacía ese mismo lugar que ya no nos satisface tanto como antes.
Tenemos la posibilidad de cambiar nuestra autopercepción. Está en nuestra mano. Podemos tomarnos un tiempo y replantearnos quién somos y qué se nos da bien hacer. También podemos usar las palabras en beneficio propio, llamar a las cosas que hacemos de forma distinta y observar lo que se destila de ello. El lenguaje es muy poderoso. Puede anquilosarnos en viejas y frustrantes percepciones de nosotros mismos, o, por el contrario puede “dispararnos” hacia nuevos territorios, nuevas formas de enfocar nuestro trabajo, nuevas formas de crecer.