Me doy cuenta de que nos encanta el éxito. Pero sobre todo, el éxito tras el fracaso. Si alguien triunfa económicamente y antes ha sido pobre, mejor, y mucho mejor si en algún momento de su vida ha pasado por la indigencia o por situaciones económicas muy chungas. Lo mismo pasa con el amor. Si uno de nuestros amigos se enamora perdidamente y es correspondido, no llama mucho la atención si anteriormente su vida sentimental fue plena, pero ¿y si fue un desastre? Oooh, eso nos “pone”…

Hollywood, supongo. Estamos mucho más influenciados de lo que creemos. A mí me fascinan las pelis de fracasados. Rocky I es de mis películas preferidas. En realidad diría que todos los Rockys me gustan y «enganchan». ¿Por qué nos gustan tanto estas historias? Creo que porque todos queremos pensar que nuestra vida será igual, que pese a no tener lo que queremos en estos momentos, al final lo tendremos y seremos felices. Es como un canto de sirena, una promesa, la esperanza de que, pese a todo, es posible alcanzar lo que perseguimos. Supongo que a veces necesitamos cierta épica para ayudarnos a seguir adelante.

Pero en la vida no siempre es así. A veces se pierde y luego no se gana. De hecho muchas personas han vivido toda su vida intentando llegar a algún sitio y se han muerto sin conseguirlo. Por ejemplo, hay muchos escritores que han pasado por esta situación. Bueno, no es que quiera ser una agorera, pero es que a veces me supera tanto pensamiento positivo. «Si luchas ganas, aunque sea tras muchas batallas pero acabarás ganando»… ¿Seguro?

El fracaso no nos mola nada. Nada de nada. Todos sabemos eso de que no tenemos que leer el fracaso como algo malo, sino como un aprendizaje que hemos tenido y tal. Vaaale, lo compro. Pero lo cierto es que cuando te estrellas, pasas por un proceso en el que lo positivo no siempre gana la batalla. Y contarlo jode, jode de verdad. Mola mucho decir “Tras años intentándolo y fracasando, al final lo conseguí”. Eso debe ser total. Pero ¿qué pasa cuando todavía no lo conseguiste? Mejor callarse. Es preferible que no se entere nadie, y si son conocidos mucho menos, claro. ¿Facebook, Twitter? ¡¡Ni hablar del asunto!! Ya me reservaré para cuando tenga el éxito y pueda contar mi propia historia al modo Hollywood. ¡Oh! Sí, ¡¡eso será total!!! Mejor me espero.

Claro. Lo chungo es ese punto intermedio del que no sabes si saldrás o no… Porque tu vida no es una película, ni una biografía en la que por algún motivo ves que todo encaja. En tu vida todavía no hay conclusiones. Y no habrá conclusiones hasta que te mueras. Y, a veces, ni siquiera eso.

No es que esté ceniza. Es que creo que el fracaso, pese a todo el «blablabla» que escuchamos; el fracaso está demonizado. Y en las redes sociales mucho más. Aunque todos estamos hasta las narices de esta imagen digital de cartón pluma que todos tenemos. Aún así, cuesta no seguir la corriente, y decir “Yo la he cagado», «Me ha ido mal» o «No han sucedido las cosas tal y cómo yo quería».

Os contaré algo. Algo personal. El año pasado dije que no a un contrato que no estaba mal. Dije que no a tener cierta estabilidad, y digo CIERTA, en letras MUY mayúsculas. Decidí arriesgarme y aposté por mí misma. Quería crear una formación que ayudara a otros emprendedores a tener todas las herramientas que yo he ido aprendiendo aquí y allá, en un solo curso. Quería tener mi propia escuela. Quería abandonar ese contexto educativo en el que he trabajado durante años de forma parcial y con el que no estaba demasiado de acuerdo. Dije que no y me quedé bien a gusto. MUY a gusto. Como si me hubiera desprendido de un lastre bien gordo. No sé… debo ser rara. Pero la verdad es que así fue.

Estuve creando la formación que quería. Aquella que a mí me hubiera gustado recibir antes de meterme en el mundo emprendedor, antes de hacerme freelance, antes de haberme dado de alta como autónoma, hace ya más de 10 años.

Me lo pasé en grande. ¡Oh, sí! Fue genial. Pensar contenidos, buscar profesores, hablar con ellos, hacer la web de la forma más legible posible… quitar, poner, fallar, acertar… Un gran periodo. Volvería a hacerlo y volvería a decir que no a ese contrato. Eso lo tengo muy claro.

Pero, por algún motivo, tras varios meses de campaña, el curso no ha podido salir adelante. No ha habido alumnos suficientes, y por tanto no va a poder llevarse a cabo. Al menos este año.

¡Qué coño! Dejémonos de eufemismos. Ya que me pongo, me pongo. Cero alumnos. Cero. CERO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Pero, ¿por quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?

Pero, si era PERFECTO ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Maldita sea!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

En fin… ya que fracaso, fracaso de 10, para qué andar con tintas medias.

Y ahora…

Ahora ando en ese punto intermedio del que hablaba.

Sin conclusiones.

Sin certezas.

Volviendo a empezar de nuevo. Otra vez.

Cagándome en la puta de vez en cuando. Pero con nuevos proyectos. Sí, ¡nuevos proyectos! Y eso es lo que me hace ver el asunto de otra manera. No porque tenga ya ganas de poder hablar al modo Hollywood, que también las tengo, todo hay que decirlo. Sino porque, pese a todo, sigo viviendo haciendo lo que me apetece hacer. Sigo inventándome cosas, que es lo que más me gusta. Sigo ilusionándome con proyectos en los que creo 100% y sigo intentando ser sincera conmigo misma.

Con las historias, en este momento me quedo con esas que en vez de ser tan épicas son más prosaicas. Me quedo con los cambios internos del personaje. Con esas películas, que quizás no llenan salas pero que, al menos, tienen cierto reflejo de lo que en realidad son nuestras vidas.